Nadie se salva de la guerra sucia.

LAE Gustavo Filobello Niño – Filomedios

La guerra sucia llegó para quedarse.

En los procesos electorales presidenciales de los últimos 36 años, los contrastes de propuestas están quedando atrás de la lluvia de lodo que se avientan los candidatos, unos a otros.

Pareciera que no gana quien ofrece las mejores opciones de gobierno sino quien arroja más desechos en la cara del otro.

La historia lo confirma. En la elección de 1988, la guerra sucia pasó por los orígenes priístas del opositor Cuahutemoc Cardenas, hasta por los temas familiares de los hermanos Salinas, y el supuesto accidente donde perdería la vida una trabajadora del hogar.

Lo mismo pasó en la elección de Ernesto Zedillo, porque consecuencia del trágico asesinato de Luis Donaldo Colosio, los priístas tuvieron que postular a Zedillo sobre una campaña del miedo, eclipsando a los otros partidos con la promesa de un México en paz.

En las elecciones de Vicente Fox y Felipe Calderón la guerra sucia fue muy cruda. Desde el destape escandaloso de Los Amigos de Fox, una especie de “recolectores” privados que recibieron millones de pesos en apoyo a la campaña del panista , hasta las amistades de dudosa calidad moral y los supuestos vicios etílicos de Calderón.

Con Enrique Peña sus detractores se metieron hasta la cocina en aspectos íntimos de su vida privada, y en la campaña del presidente López Obrador, los opositores le dieron duro por sus orígenes familiares y era un peligro para México.

Estamos a 2 meses y 1 semana de la elección más grande e importante en la historia reciente de México y por lo que está en juego, la guerra sucia podría llegar con su terrible papel desestabilizador.

En ella no gana quién avienta la primera cubeta de lodo, sino quien tiene la habilidad de esquivarla sin mancharse.

¿Hasta dónde estarán dispuestos a llegar los “asesores” en guerras sucias?

¿Qué lodos estarán secando para lanzarlos entre sí?

¿Habrá quien se salve?

¿O usted qué opina?

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