Ginebra, lunes 28 de abril de 2025.- Según una nueva directriz publicada hoy por la Organización Mundial de la Salud (OMS), hay que adoptar medidas urgentes para frenar la creciente «medicalización» de la mutilación genital femenina (MGF) e involucrar a los trabajadores de la salud en la prevención de esta práctica.
Si bien el sector de la salud desempeña un papel fundamental en la erradicación de la MGF y el apoyo a las supervivientes, en varias partes del mundo existen indicios de que cada vez hay más trabajadores de la salud que practican esta intervención. En 2020, se estimaba que 52 millones de niñas y mujeres habían sido sometidas a la MGF a manos de personal de salud, lo que supone aproximadamente uno de cada cuatro casos.
La nueva directriz de la OMS, titulada The prevention of female genital mutilation and clinical management of complications (Prevención de la mutilación genital femenina y tratamiento clínico de las complicaciones), ofrece recomendaciones para prevenir esta práctica y garantizar una atención basada en la evidencia para las supervivientes, e incluye medidas dirigidas al sector de la salud, los gobiernos y las comunidades afectadas.
«La mutilación genital femenina es una grave violación de los derechos de las niñas y pone en grave peligro su salud», ha declarado la Dra. Pascale Allotey, Directora de Salud Sexual y Reproductiva e Investigaciones Conexas en la OMS, así como del Programa Especial de las Naciones Unidas sobre Reproducción Humana (HRP). «El sector de la salud cumple un papel esencial en la prevención de la MGF: los trabajadores de la salud deben ser agentes del cambio, en lugar de perpetradores de esta práctica nociva, y también deben proporcionar atención médica de alta calidad a quienes sufren sus efectos».
La MGF suele practicarse en niñas antes de que alcancen la pubertad, e incluye todos los procedimientos destinados a extirpar o dañar partes de los genitales femeninos por motivos no médicos. La evidencia demuestra que la MGF es dañina con independencia de quién la practique. Algunos estudios sugieren que puede ser incluso más peligrosa cuando la practican profesionales de la salud, ya que puede conllevar cortes más profundos y graves. Además, la «medicalización» puede suponer una legitimación involuntaria de esta práctica y poner en peligro, por lo tanto, los esfuerzos más amplios encaminados a erradicarla.
Por estas razones, la nueva directriz de la OMS recomienda introducir códigos de conducta profesional que prohíban expresamente la práctica de la MGF a los trabajadores de la salud. En segundo lugar, reconociendo el respeto que se les profesa en las comunidades, la directriz hace hincapié en la necesidad de involucrar a estos trabajadores en la prevención y darles formación al respecto. Aplicar enfoques de comunicación sensible puede ayudar a los trabajadores de la salud a rechazar eficazmente las solicitudes de MGF e informar al mismo tiempo a las personas sobre los graves riesgos inmediatos y a largo plazo que conlleva esta práctica.
«Las investigaciones demuestran que los trabajadores de la salud pueden ser líderes de opinión influyentes en el cambio de actitudes sobre la MGF y desempeñar un papel crucial en su prevención», ha explicado Christina Pallitto, científica de la OMS y del HRP y responsable de la elaboración de la nueva directriz. «La participación de médicos, enfermeras y matronas debe ser un elemento clave en la prevención y la respuesta a la MGF, ahora que los países tratan de poner fin a esta práctica y proteger la salud de las mujeres y las niñas».
Además de contar con leyes y políticas eficaces, la directriz destaca la necesidad de educar e informar a la comunidad. Las actividades de sensibilización comunitaria en las que participan hombres y niños pueden ser eficaces para aumentar los conocimientos sobre la MGF, promover los derechos de las niñas y apoyar los cambios de actitud.
Además de la prevención, la directriz incluye varias recomendaciones clínicas para ayudar a garantizar el acceso a una atención médica empática y de alta calidad para las supervivientes de la MGF. Dada la magnitud de los problemas de salud a corto y largo plazo que se derivan de esta práctica, las supervivientes pueden necesitar una serie de servicios de salud en diferentes etapas de la vida, desde la atención de salud mental hasta la gestión de los riesgos obstétricos y, en su caso, la reparación quirúrgica.
La evidencia muestra que, con el compromiso y el apoyo adecuados, se puede poner fin a la MGF. En países como Burkina Faso, Sierra Leona y Etiopía, en los últimos 30 años se ha reducido la prevalencia de la MGF entre los jóvenes de 15 a 19 años hasta en un 50%, 35% y 30%, respectivamente, gracias a la acción colectiva y al compromiso político para hacer cumplir las prohibiciones e intensificar la prevención.
La probabilidad de que una niña sea sometida a mutilación genital se ha reducido a un tercio desde 1990. Sin embargo, sigue siendo una práctica común en unos 30 países de todo el mundo, y se estima que 4 millones de niñas siguen en riesgo cada año.